Ecco una recensione al mio ultimo libro da parte della professoressa Emilce Cuda, nominata recentemente dal Papa capo ufficio della Pontificia Commissione per l’America Latina. Emilce Cuda è docente di Teologia presso la Pontificia Universidad Católica Argentina e presso la St. Thomas University (Stati Uniti d’America). L’abbiamo già ricordata in un precedente post del nostro blog come interprete di Methol Ferré,
A questo link i dati della rivista della Pontificia Universidad Católica Argentina in cui è apparsa la recensione, della quale di seguito propongo il testo.
Massimo Borghesi, Francesco. La chiesa tra ideologia teocon e «ospedale da campo». Milano: Jaca Book, 2021, 272 pp.
El discurso teológico-político hegemónico de las últimas décadas es una auténtica ideología que amenaza el escenario geopolítico de las democracias. El filósofo italiano clarifica tres categorías clave para entender cómo la verdad se deforma: catocapitalísmo, tecon y teopop.
El último libro de Massimo Borghesi, Francisco. La Iglesia entre ideologia teocon y hospital de campana, analiza la nueva teologia politica a partir de sus protagonistas: Novak, Weigel, Neuhaus, Pera, Viganò, Zanatta, Galli della Loggia y el Ins tituto ACTON. Denuncia la tentativa de apoderamiento, distorsión y denostación sobre el magisterio social pontificio de Juan Pablo Benedicto XVI y Francisco.
La categoría de catocapitalismo refiere a un catolicismo devenido defensor del capitalismo como verdad encarnada en un sistema de relaciones económicas autorreguladas. La categoria de tecon refiere a la parte de la corriente neoconservadora que se radicaliza sobre el fundamento de principios religiosos supuestamente católicos. La categoria de teopop refiere a una parte de los tecon que avanzan sobre cargos gubernamentales.
El libro da muestra de un conocimiento minucioso de cada uno de los autores cuestionados y de la formación interdisciplinaria de Borghesi, un autor capaz de moverse con precisión, tanto en las aguas de la filosofia y la teologia, como en la movediza arena de la politica. Menciona y critica con valentia a quienes considera responsables de una operación teológico-política de gran magnitud. Cita minuciosamente sus obras, lo que hace de sus conclusiones aciertos casi irrefutables. Luego de leerlo, por un lado asombra la calibrada trampa tendida a las personas de fe en las últimas décadas, por otro lado se aclaran los resultados electorales de muchos países. La teologia politica es cosa seria.
El libro podría dividirse en dos momentos: el primero explica la hegemonia del catocapitalismo a la calda del comunismo; el segundo, la arremetida tecon y teopop contra el pontificado de Francisco. Según Borghesi, el catocapitalismo «se caracteriza por luchar contra un adversario ya inexistente: el marxismo de los 70, y esa obstinación les impide ‘descifrar’ […] la nueva conciencia cristiana-social que debe sustituirlo en la lucha por la justicia y los derechos». Según el autor, esa nueva conciencia social estara representada hoy por la Teologia del Pueblo. Pero para los tecon, «el discurso católico, comunitario y social, aparece como la maldita herencia de la izquierda históric a».
El supuesto teológico-político del cato capitalismo, según Borghesi, no es la unidad en la diferencia, sino la dualidad irreconciliable entre lo natural y lo sobrenatural. No seria la gracia de la unidad amorosa y armoniosa la que regenere y convierta las relaciones sociales egoístas, sino la estructura impersonal del sistema capitalista capaz de generar una superestructura ética autorreguladora. Esta es, según el autor, la «doctrina de las consecuencias involuntarias» de Michael Novak: el mercado por si mismo, «con su lógica interna independiente de la voluntad individual, es capaz de restablecer la armonia». La similitud de los tecon con el discurso de su enemigo histórico -el materialismo dialéctico- resulta irenica: en ambos casos, el amor solidario como motor del proceso histórico es inconcebible.
Cualquier tecon -a los que Borghesi llama «ateos devotos» se presenta al mundo como «filósofo ‘católico», capaz de dar razones sobre el acuerdo teórico entre catolicismo y capitalismo. Se imponen conto los intérpretes más acreditados, en América, de la Centesimus Annus, aunque Juan Pablo II habia dicho: «Queda demostrado cuán inaceptable es la afirmación de que la derrota del socialismo deja al capitalismo como único modelo de organización económica» (CA 35). Esto último, sumado a su denuncia sobre de la «idolatria del mercado» (CA 40), era inaceptable para los tecon. El papa polaco, no solo reconocía el rol del Estado sino también sostenía que «la crisis del marxismo no elimina en el mundo las situaciones de injusticia y opresión» (CA 26). Ante la calda sovié Lica, Juan Pablo II promovió una tercera posición fundamentada en la Doctrina social de la Iglesia, «una teologia de la liberación libre de marxismo» -que según Borghesi «era el sueno Methol Ferré y Jorge Mario Bergoglio».
Los teocon, intelectuales opuestos a la izquierda marxista tanto como a demócratas progresistas, se convirtieron en la «escuela del pensamiento que deviene los think-thank de la derecha más radical a partir de 1981 cuando comienza la presidencia de Reagan». Explica Borghesi cuál fue la táctica: «apropiarse de la Centesimus Annus haciendo de esta el manifiesto del catocapitalismo americano de los 90». Con «violencia hermenéutica» sobre «la sutil distinción del Papa entre dos formas de capitalismo», sumado a un «hábil golpe de mano de parte de Novak», los tecon se presentaron como los hacedores del buen capitalismo ‘ético’ contra el malo. Su embestida llegó a tal punto que, en 1986 la carta pastoral de los obispos norteamericanos Economia y justicia para todos, «fue desconocida como no representativa de la Doctrina Social de la Iglesia».
Lo mismo ocurrió con Caritas in ventate de Benedicto XVI. Como muestra Borghesi, Weigel «distingufa en el documento la parte aurea escrita por el Papa, de la roja escrita por la Comisión Pontificia de Justicia y Paz en continuidad con la Populorum progressio». Para Weigel, desde finales del siglo XIX hasta la mitad del siglo XX, la «moderna doctrina social católica», fue abstracta y Centesimus Annus representó una ruptura decisiva. En medio de esta lucha por la fundamentación teológica del capitalismo, aparece en escena el Lord Acton Institute, brazo académico de los tecon, «cuya finalidad es familiarizar a la comunidad religiosa, y en particular a los estudiantes y seminaristas, con la dimensión moral del libre mercado». El catocapitalismo no es solo americano, ACTON opera también en el fin del mundo mediante cátedras teológicas, revistas católicas y cargos públicos, por eso la amenaza catocapitalista es global.
La elección del Papa latinoamericano resulta un golpe a la hegemonía tecon. Su visión de la Iglesia como ‘hospital de campana’ es o tro tipo de construcción teológica. Para Francisco, la solución a la supervivencia está en la politica, no en la economia. Según Borghesi, Bergoglio «se coloca fuera de la dialéctica ideológica entre progresistas y reaccionarios», priorizando la estética sobre la ética, en linea con von Balthasar. Francisco, al poner en cuestión la autorregulación del mercado, derriba de un golpe el edificio ideal de El espiritu de la democracia capitalista de Novak. Esto reactiva el dispositivo discursivo tecon y comienza a operar también fuera de los Estados Unidos. Aparecen en Italia Pera, Viganò, Zanatta y Galli della Loggia denunciando una supuesta ruptura de Francisco con el magisterio social precedente, misma estrategia de los tecon americanos para demostrar la supuesta ‘novedad’ de la Centesimus Annus por ellos reinterpretada.
Observa Borghesi que Bergoglio, al restablecer la Doctrina Social de la Iglesia, es acusado por los tecon de anticapitalista, anticristiano, catomarxista latinoamericano y enemigo de Occidente. Según el autor, la estrategia tecon «reside en presentar la visión social del Papa Francisco como derivada del contexto Argentino, y no como un momento gestado orgánicamente en la tradición de la Iglesia». Ponerse del lado del Pueblo fiel de Dios es una tercera posición que siempre dio que hablar; el mismo San Agustín, según Borghesi, se ubicò entre la izquierda de Orígenes y la derecha constantinia na de Eusebio de Cesárea, y a él se refirieron no solo Bieden, sino también Erik Peterson y Joseph Ratzinger -como cita el autor-, para criticar una teologia politica imperial.
«El Papa ‘argentino’ no es un peronista-populista», dice Borghesi para quien, en Bergoglio, «la categoria de pueblo no es ni puramente mítica, ni puramente romántica». Según el filósofo politico italiano, vasto conocedor de la formación del pontífice como demostró en su Biografia intelectual de Francisco, el Papa argentino recurre: a Paul Ricoeur en su apreciación del rol del Estado como garante de la «vida privada»; a Romano Guardasi para priorizar la «polaridad» que promueve el diálogo por sobre la polarización generadora del conflicto que se gesta en la antinomia identidad-diferencia; a la noción de analogia entis de Erich Przywara; y a la dialéctica ignaciana presente en Gaston Fessard, donde la tensión encarnación-trascendencia se expresa como contemplación en la acción. Explica que en todos los casos se trata de recursos para rechazar el monismo y el maniqueísmo en sentido social y politico, y de aceptar la reconciliación -es decir, la unidad en la diferencia-, para impedir que la polarización se transforme en contradicción. Algo que, según Borghesi, representa finalmente la «complexio oppositorum a espaldas de la posición teocon conto teopopulista».
De acuerdo con los autores considerados por Borghesi en este libro para defender la posición del Papa argentino como cristiano católico, en continuidad con la Doc trina Social de la Iglesia, y ante los ataques catocapitalistas, podria concluirse que para el pensamiento no liberai -de izquierda o derecha-, toda tensión, si no se resuelve de manera simbólica se multiplica de manera diabólica. En relación con esto, y a título personal, quisiera hacer mención también de otros autores que, sin ser canónicos, no solo parecen coincidir en esa visión simbólica de lo politico, sino que además forman parte del discurso rioplatense que entiende por populismo algo muy distinto a lo que en Estados Unidos y Europa seria aquello que con mucha claridad Borghesi denomina teopop.
Muchos coinciden en que la verdad se manifiesta de manera simbólica conformada en la unidad de fragmentos. Para teólogos canónicos como von Balthasar la verdad aparece en la belleza que emerge de la armonia entre las partes. Para autores no canónicos como el sociólogo Michel Foucault la verdad aparece en la unión discursiva entre distintos testimonios como lo explica en su conocido análisis del Edipo Rey de Sófocles. El filósofo politico argentino Ernesto Laclau, en su obra la Razón Populista, sostiene que la verdad aparece en el discurso, por un momento, cuando se produce la unidad de demandas populares. El filósofo y teólogo argentino Juan Carlos Scannone no dice que «está» la verdad en sentido social, sino que se pregunta dónde «esM» cómo afirmación analéctica que manifiesta los signos de los tiempos. Para la filósofa argentina Amelia Podetti, según su Comentario a la Introducción a la Fenomenologia del Espíritu, la idea de la unidad aparece en occidente de su tronco judeo-cristiano y el primero que se lo plantea es San Agustín. Por último, para Juan Domingo Perón, la verdad aparece como realidad efectiva a modo de resultado del diálogo social.
Todo esto no escapa al agudo análisis de Borghesi, gran conocedor del pensamiento social y politico del Rio de la Plata que, respetuoso de sus intelectuales, no avanza más allá de los límites hermenéuticos que le marca la cultura propia, algo que lo distingue gratamente de los tecon. Prueba de eso es la especial mención que hace del simbolo como universal concreto en el discurso del Papa Francisco quien, en un discurso a la CompaiMa de Jesús de 1976, sostiene que la grandeza de un pueblo son los símbolos de bien, justicia y decisión plasmados en sus hombres. Francisco, ante el congreso de los Estados Unidos, dice que los símbolos de ese pueblo son sus grandes hombres: Abraham Lincoln, Martin Luther King, Dorothy Day y Thomas Merton. Si a esto sumamos su concepción de la santidad expresada en Gaudete et exsultate al mencionar al santo de la puerta de al lado, no caben dudas acerca de lo que significa el simbolo como universal concreto.
A modo de conclusión, quisiera agregar al formidable análisis del autor alguna precisión sobre el término Americanismo. Según Borghesi, en Estados Unidos, el principio constitucional de libertad religiosa fue instrumentado para legitimar la acumulación capitalista en contra del principio social cristiano de solidaridad. Esto, que ocurre en el contexto catocapitalista representado por un grupo de falsos profetas actuales, no fue siempre así. Como bien seriala Borghesi, «la identificación entre religión y nación aparece en el contexto tipicamente americano». En Estados Unidos «el cristianismo funda la laicidad de la esfera pública y garantiza la autonomia [de ambas esferas] pero reclama los valores religiosos como fundadores de la ética pública», pero esa modalidad no siempre fue funcional al capitalismo. El término Americanismo nace en el siglo XIX como critica conservadora por parte de la elite norteamericana protestante y liberai, hacia los sectores católicos trabajadores migrantes de origen irlandés, organizados politicamente por obispos jesuitas también irlandeses. Si bien lograron derechos civiles y sociales para los trabajadores migrantes en la primera república liberal moderna, también recibieron la acusación de Americanismo por parte del Vaticano que vela en eso la amenaza liberal.
No obstante, los obispos irlandeses-norteamericanos fueron la gran influencia que neva a León XIII a pararse del lado del pueblo en la Rerum Novarum -primera enciclica social en la que se pone al centro la persona del trabajador-, en una Europa amenazada por el liberalismo tanto como por el socialismo. Con esto quiero decir que el Americanismo del siglo XIX intente) ser una tercera posición respetuosa de los principios liberales con garantías sociales, algo muy similar al peronismo en Argentina que lejos está del marxismo.
Ciertamente, como dice Borghesi, el cato capitalismo «se impone en el catolicismo occidental en el curso de los arios 80-90». Irónicamente, a fines del siglo XXI, el término Americanismo se utiliza en sentido inverso. Se aplica a católicos contrarios a la Doctrina Social de la Iglesia. En este sentido Borghesi da en la tecla. El neoliberalismo -económico y politico, es puesto como necesario a partir de argumentos extraídos del credo cristiano, pero tergiversando su interpretación de acuerdo a intereses particulares.
Si se pretende entender la operación teológica politica que amenaza la seguridad social en occidente, el libro de Massimo Borghesi es lo indicado.
EMILCE CUDA