«Una biografía intelectual sin par». Recensione dalla Repubblica Dominicana

Inaspettata quanto gradita, giunge dalla Repubblica Dominicana una recensione in spagnolo del mio “Jorge Mario Bergoglio. Una biografia intelectual” (Encuentro 2018). La recensione, pubblicata in due puntate il 25 e 26 luglio sul sito https://acento.com.do, è a firma di Fernando Ferran (nella foto), che ricopre la qualifica di Profesor Investigador nel Programa de Estudios del Desarrollo Dominicano della Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM) di Santiago de Los Caballeros.

La recensione del professore di Santo Domingo ha subito peraltro suscitato un altro articolo che segnalo volentieri: La teología en Argentina, di cui è autore David Álvarez Martín, uscita il 30 luglio sullo stesso sito.

 

acento.com.do, 25 luglio 2021, Biografía intelectual del papa Francisco: dialéctica y malos entendidos (1 de 2) (Fernando Ferran)

Obra magistral del profesor de filosofía de la universidad italiana de Perugia Massimo Borghesi, aparecida bajo este título: Jorge Mario Bergoglio Una biografía intelectual.

Al P. Alfredo de la Cruz Baldera, rector y pastor.

Se trata de una biografía intelectual sin par en estos tiempos y en buena parte del siglo pasado. Me refiero a la obra magistral del profesor de filosofía de la universidad italiana de Perugia Massimo Borghesi, aparecida bajo este título: Jorge Mario Bergoglio Una biografía intelectual (Madrid, Ediciones Encuentros, 2018). Difícil encontrar un trabajo tan esmerado, como bien documentado y riguroso sobre cualquier persona pública y pensador en el siglo pasado y en lo que va del presente.

A propósito de Jorge Mario, nombre de pila bautismal del Papa Francisco, Borghesi brinda la oportunidad de esclarecer varios malos entendidos, amén de comprender la mirada amplia y pluridimensional del primer pontífice salido de entre las filas de compañeros de Ignacio de Loyola.

Malos entendidos. Entre los malos entendidos, el primero y más extendido es que el mundo está ante un pontífice de poca monta intelectual, particularmente filosófica y teológica. Como si se tratara de un consabido “fake news” de los tantas que pululan hoy día, el error se fundamenta según el autor del libro en que la franqueza y jovialidad solidaria del Obispo de Roma es, tal y como este dice, “la sencillez como destino que presupone la complejidad de un pensamiento profundo y original”.

La dificultad para discernir dicha complejidad, -la de la dialéctica y la mística, según advierte el subtítulo de la obra de Borghesi-, reside en que el antiguo superior provincial de los jesuitas y posteriormente cardenal de Buenos Aires, Argentina, a diferencia de Juan Pablo II y Benedicto XVI, no llegó a Roma con un corpus claramente delimitado y justificado. Su producción académica aparece casi en su totalidad en forma de artículos, charlas u homilías, que han tardado años en compilarse y publicarse desde su elección.

Confiesa Borghesi, “cuando llegué a Argentina unos meses después de la elección de Francisco en 2013 para investigar mi biografía, los jesuitas literalmente tuvieron que quitar el polvo de los tres volúmenes de sus escritos de los años setenta y ochenta antes de entregármelos para fotocopiarlos”. Tras manosearlos y leerlos concluye taxativamente así:

Al recorrer sus complejos escritos tempranos para mi biografía de Francisco, me di cuenta de que estaba en presencia de un intelecto asombrosamente de largo alcance, moldeado por un patrón de pensamiento con profundas raíces teológicas.”

Lo elaborado pero oculto del pensamiento del sucesor de san Pedro reside también en que, tal y como se lee en el prefacio de la obra de Borghesi, Francisco nunca ha querido hacerse pasar por académico: primero, debido a su propia aprehensión a la intelectualidad abstracta; y, segundo, por su interés como pastor de comunicarse en lenguaje llano y sencillo. Y más aún, para remate,

a diferencia de sus predecesores inmediatos -s. Juan Pablo II y Benedicto XVI- no llegó a Roma precedido por el aura intelectual de una tesis doctoral.

Aquel trabajo doctoral versaba sobre “la oposición polar” en Romano Guardini, autor del libro del icónico libro de cristología: El Señor. La tesis fue elaborada pero no defendida. La comenzó a los 50 años de edad después de dimitir como rector del Colegio Máximo de San Miguel de Buenos Aires. No se inició en 1986 en Alemania y se abandonó después de unos meses, como algunos han afirmado, sino que la trabajó “intensamente” durante un período de al menos cuatro años. Sin embargo, debido a que ese período coincidió con una fuerte polarización dentro de los jesuitas argentinos sobre su liderazgo, el Padre Bergoglio nunca presentó y defendió la tesis antes de ser nombrado obispo en 1992.

A pesar de ese incidente, de acuerdo a la biografía intelectual que de él escribe Borghesi “se ha basado mucho en ella desde entonces”.

Dialéctica. La profundidad y sistematicidad del pensamiento del Papa Francisco, tras la lectura del libro de Borghesi: Jorge Mario Bergoglio Una biografía intelectual (Madrid, Ediciones Encuentros, 2018), se descubre a través de tres diversas capas de sedimentos. La primera capa diríase que distrae y no lo favorece a nivel del pensamiento europeo con carta de ciudadanía. Más bien oculta su hondura porque, intelectuales católicos latinoamericanos como la filósofa argentina Amelia Podetti y el pensador uruguayo Alberto Methol Ferré, ambos muy influyentes en Bergoglio, están fuera de los mapas académicos del catolicismo europeo.

Ambos autores propiciaron la introducción de Bergoglio -segunda capa- a una enriquecida tradición jesuítica. En esa tarea coadyuvaron su profesor Miguel Ángel Fiorito y la lectura que los jesuitas Gastón Fessard y Karl-Heinz Crumbach hacían de los Ejercicios Espirituales de Iñigo de Loyoa. Se trataba, dígase así, de un proceso en espiral vital y humanizante que le permitió descubrir y revalorar la mística ignaciana y el aprecio por la figura de Pedro Fabro.

Enraizado en esa tradición, asume a la Iglesia católica como “coincidentia oppositorum”, entroncando así, por medio de Adam Möhler, con Eric Przywara, Henri de Lucac y el mismo Gastón Fessard. Como ha de entenderse y gustar, dicha coincidencia de opuestos es afín a su proyecto doctoral inconcluso de la oposición polar en Romano Guardini.

La tercera y -desde sí hacia fuera- más íntima capa constitutiva del pensamiento de Jorge Mario Bergolio, a la luz de su biografía intelectual, es el pensamiento dialéctico.

En efecto, Borghesi descubre un enorme entramado lleno de influencias, desde los jesuitas de Lyon en la década de 1950 pasando por Podetti y Methol Ferré y Guardini, hasta más recientemente Hans Urs Von Balthasar y Luigi Giussani. Pero indiscutiblemente, el autor italiano le da el mayor espacio al desarrollo de la dialéctica de Bergoglio pues, en medio de aquella coincidencia de los opuestos, constituye su “núcleo conceptual original“.

La originalidad de dicho núcleo conceptual reside en ser “un pensamiento de reconciliación“. Pero no de forma salomónica o irónica, optimista, ilusa o ingenuamente progresista, sino sistemática y erigida sobre la apertura, la compasión y -ante todo y sobre todo- el perdón.

En el corazón de su análisis está la noción de fusión de polos opuestos en un plano superior o trascendente. Pero atención, esa reunificación no responde al concepto hegeliano y tampoco al marxista. La superación (`Aufhebung´) de Hegel y la negación de la negación de Marx terminan en la privación de algo positivo que disfrutar en el espacio y el tiempo, puesto que al final se suprime todo lo anterior dando por resultado el vacío total, la penuria y la carencia absoluta.

Bergolio, acogido si no refugiado en el pensamiento y la tradición cristiana, escapa a ese reduccionismo mientras discerne lo que tilda de error, tanto en la dialéctica hegeliana, como en el marxismo y el positivismo lógico que domina la perspectiva occidental liberal. El error común al día de hoy yace en un universal que desconoce y prescinde de lo particular, en lo general y abstracto que triunfa sobre lo diverso y concreto.

De ahí el diagnóstico papal: en nuestra “actualidad histórica” (Fessard), la violencia reemplaza la paciencia, el juicio condenatorio a la misericordia, la separación y exclusión al perdón y compasiva convivencia.

En conclusión, si se me permite abusar del término aristotélico de `dialéctica´, en la dialéctica antihegeliana o católica, avalada por Möhler en Tubingen en pleno siglo XIX, y desarrollada más tarde en el siglo XX por Guardini y los jesuitas Przywara y de Lubac, el desenlace de todo conflicto según Bergoglio encuentra su modelo ideal en la Iglesia asentada en la piedra petrina: la comunidad eclesial es una coincidencia de opuestos perdonados, una diversidad reconciliada en la que (la gracia de) el Espíritu Santo auna a todos en un plano trascendente de elementos coexistentes gracias a una causa común a todos, e independientemente de que deseos e intereses particulares conserven direcciones opuestas.

Expresado en términos más actuales, dichas polaridades dinámicas son intrínsecas a la creación y reflejan una gramática divina de redentora reconciliación existencial y no solo conceptual

 

acento.com.do, 26 luglio 2021, Biografía intelectual del papa Francisco: misticismo (2 de 2) (Fernando Ferran)

Que la “Gracia” opere en el mundo, no evitando conflictos ni imponiendo un orden, sino como resultado de mantener unidos polos opuestos que permiten una reunificación que los trasciende y condiciona, sin por ello anularlos o dejar de preservarlos.

Al P. Alfredo de la Cruz Baldera, rector y pastor

Massimo Borghesi demuestra en su obra Jorge Mario Bergoglio Una biografía intelectual(Madrid, Ediciones Encuentros, 2018) que el Papa Francisco se sintió atraído por la tensión dialéctica de las polaridades. En primer y último lugar, a través de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola que animan a una persona a operar simultáneamente en dos planos: a tener fe como si todo dependiera de Dios, pero a actuar como si todo dependiera de nosotros.

Esa unión clásicamente jesuita de la naturaleza y la gracia -lo que Fessard llamó una teología “como si”- permite al seguidor de Cristo Jesús estar profundamente en el mundo, pero abierto a lo trascendente. Ser en el mundo, no ya abandonado a sí mismo como el `Dasein´ heideggeriano, sino como lo expresan sintéticamente los jesuitas siendo “contemplativos en la acción”.

Cada sujeto en sí mismo, mientras se desenvuelve en su respectiva comunidad y momento histórico, avanza en la vida espiritual viviendo dramáticamente esa tensión -permítaseme el neologismo- `encarnacional´, sin necesidad de anular, disolver o resolver la tensión optando por un polo en detrimento del otro. Al contrario, incapaz de unir sin confundir lo aunado, el “diabolos” es el que divide y separa mientras tienta a la gente a ver la polaridad como una contrariedad en la que dos valores o bienes compiten entre sí y uno solo tiene que primar e imponerse.

Podría ser útil advertir en este momento que el Papa Francisco descubre al menos desde su último prisma pastoral -como sucesor de Pedro- la razón última por la que el hombre no es para el sábado, sino el sábado para el hombre. Y por eso mismo, pleno de fortaleza, gozo y alegría, nos advierte y denuncia a propósito del camuflage de la sempiterna tentación que consiste en deslucir la gratuidad de la creación de Yahvé, quien dijo que Él es el que es, previo a revelarse como Amor.

El sábado previsto por la ley de Moisés quedó superado en la medida en que el hombre justifica la ley que lo instituye y no la esta ordenanza a aquél. Esto así porque el sujeto humano es para Dios y a Éste solo se llega por la gracia de la fe que permite reconocer que la vida terrenal no es el fin último de ser humano y tampoco de la creación.

Y por ese misterio inherente a la vida y a la muerte -muerte ya vencida según las Escrituras- no hay que caer en la tentación de deslucir e incluso no pocas veces de abjurar la fe y por supuesto tampoco el amor que todo lo puede. En particular, cuando se está en un terreno minado de renovadas seducciones como las que se presentan cuantas veces se pretende que la Iglesia como tal defienda posiciones circunstanciales como si fueran puras cuestiones de fe o de tradición eclesiástica, -aun cuando en verdad se trata la más de las veces de costumbres y de asuntos de época vislumbrados según criterios humanos temporales y animados por un espíritu interesado y meramente leguleyo.

Así, pues, ante la tozudez de la norma universal que acecha al ejercicio de poder de cuanta institución recorre los caminos de la historia, cuán difícil resulta discernir y asistir la magnanimidad y misericordia de Dios cuando Éste escribe líneas rectas en medio de tantas ataduras y torceduras.

La manzana paradisíaca salida del árbol del conocimiento del bien y del mal reaparece ahora en la tentación de la rigidez jansenista: ideología moralizante esencialmente anti-encarnacional que obstruye la apertura a la gracia divina cuantas veces separa la doctrina de la realidad humana. Sito en y desde la óptica católica y apostólica de la Iglesia, se trata de la misma tentación de legalismo e intolerancia que Francisco destaca constantemente en su alrededor: en nombre de una verdad o principio universal (ley, doctrina) hay quienes osan juzgar y condenar lo particular (realidades humanas concretas, situaciones pastorales complejas) y por tanto desoyen el llamado redentor y deniegan la compasión cristiana, siempre atenta a dar razón y rescatar lo concreto, circunstancial, individual.

He ahí por qué los hay que tratando de salvarse se pierden, pues resguardados en normas y susodichas leyes universales, desconocen o reniegan el perdón, la acción redentora de Jesús de Nazareth y misionera de su comunidad eclesisal; y, por ende, terminan malversando lo que es más crucial: la resurrección corporal que precisamente se debe a la metafórica piedra del templo de Jerusalén rechazada por todos.

A contracorriente, para Francisco, consagrado compañero de Jesús, verdad y misericordia forman una unidad en tensión. Inconfundibles e inseparables a la vez.

El cristiano está llamado a ser un lugar de unidad en las divisiones de la historia, a llevar la tragedia de la época a la presencia de Dios, que es siempre mayor.

Así resume Borghesi la visión de Francisco de la comprensión dinámica del papel del cristiano en el mundo. Y, en el ámbito de la política, la unidad surge al permitir que la “Gracia” opere en el mundo, no evitando conflictos ni imponiendo un orden, sino como resultado de mantener unidos polos opuestos que permiten una reunificación que los trasciende y condiciona, sin por ello anularlos o dejar de preservarlos.

Obvio, eso solo es posible cuando se acepta que la realidad es más rica y compleja que cualquiera de nuestras ideas, principios y fines. Que estamos en el mundo para comprender y perdonar, más que para juzgar y condenar. Y por ende, aplicando esa realidad a la doctrina eclesial que deviene la conjunción de la ley y de la práctica pastoral, ella misma debe estar constantemente enraizada en realidades pastorales controvertibles y obstinadas, –so pena de descender a una especie de averno o práctica meramente mecanicista o moralizante y excluyente de estirpe diabólica y alejada de toda religión apegada a su original misterio pascual.

Hasta aquí la presentación del pensamiento abierto al otro y a la gratuidad del amor, de conformidad con la dialéctica de la re-conciliación del Papa Francisco, según Borghesi.

Concluyo repitiéndolo todo. Comprender el pensamiento de Jorge Mario Bergoglio -sorteando malos entendidos y entre/tenido por la dialéctica y la mística- es realmente cernir conscientemente la pasión que trasciende nuestros días y discernir la clave de lo que acontece en su pontificado. Dignidad esta de un régimen eclesial en cuyo lapso predominan la misericordia, la integración de la práctica pastoral del amor en la teología y la preocupación constante por hacerse próximo -desde la holgura de un pensamiento fraguado en la sencillez- de  todo lo cercano y lo lejano que enaltece de manera transubstancial -como evidencia la mesa eucarística- a la raza humana en procura de su verdadero Señor

 

 

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