«Es dramático que en este contexto tan complicado no tengamos la voz de Francisco»

Vi presento questa intervista che ho concesso a Fran Otero, direttore di Revista Ecclesia, sul senso complessivo del pontificato di papa Francesco. Di seguito la traduzione italiana.

Fran Otero è un giornalista specializzato in questioni sociali e religione. Attualmente dirige la Rivista Ecclesia. Nel 2006 si è laureato in Giornalismo presso l’Università Complutense di Madrid e ha conseguito un Master in Innovazione nel Giornalismo presso l’Università Miguel Hernández nel 2018. Da allora ha svolto la sua attività giornalistica esclusivamente in media scritti, collaborando con quotidiani nazionali, agenzie e riviste. Tra i media con cui ha lavorato figurano La Gaceta de los Negocios, Europa Press, Vida Nueva, La Razón e Alfa y Omega. Nel 2013 è stato insignito del Premio Juan Pablo II per la Comunicazione, conferito dalla Fondazione Crónica Blanca.

Revista ECCLESIA, maggio 2025, pp. 52-54, «Es dramático que en este contexto tan complicado no tengamos la voz de Francisco» (intervista di Fran Otero a Massimo Borghesi)

Autor de la biografía intelectual del Papa, sostiene que su mayor contribución fue la visión polar de la vida, que tiene como finalidad encontrar el equilibrio

El italiano Massimo Borghesi es uno de los grandes filósofos de nuestro tiempo. Catedrático de Filosofía Moral, hizo su tesis doctoral sobre Hegel y es un prolífico ensayista. Ha escrito sobre nihilismo, secularización, educación, posmodernidad o teología política. Además, es un gran conocedor del pensamiento del papa Francisco, sobre el que ha escrito varios libros, como Jorge Mario Bergoglio. Una biografía intelectual y El desafío Francisco, ambos publicados en español por Ediciones Encuentro.

—¿Cuál es el núcleo del pensamiento del papa Francisco?

—La concepción tensa de la vida y de la vida cristiana, que siempre está modulada por dos polos opuestos: la gracia de Dios y la libertad del hombre. Esta concepción deriva de los Ejercicios Espirituales y del gran intellectual francés Gaston Fessard. A partir de esta base, él profundizó en la visión polar de la vida, entre lo particular y lo universal, entre idea y realidad, en su investigación sobre Romano Guardini. Francisco planteó la vida como polaridad, una polaridad que requiere continuamente decisiones, una vida que se mueve continuamente entre contemplación y acción. Esto lo transfirió a sus documentos, también como Papa. Esta idea la podemos encontrar en Evangelii gaudium y las otras cartas, así como en sus encíclicas.

—Una visión polar que no es negativa, ¿no?

—Es una visión polar generativa. Por ejemplo, la tensión entre contemplación y acción. Esto es fundamental en la vida del hombre y en la vida del cristiano. La vida de oración está orientada al trabajo, a la presencia, al apostolado en el mundo. Es una concepción contemplativa y activa al mismo tiempo. La polarización, por contra, tiene que ver con los conflictos dramáticos del presente y de las oscilaciones de la sociedad, de la civilización y de los cambios políticos, sin encontrar nunca el equilibrio. La visión polar del papa Francisco tiene como finalidad encontrar puntos de paz, el equilibro entre los polos opuestos. Siempre decía que había que evitar que las polaridades se convirtieran en contradicciones, porque cuando lo hacen, aparece la guerra. Es dramático que en este contexto tan complicado no tengamos su voz.

—¿Cómo ha marcado este pensamiento su pontificado?

—Este ha sido un pontificado no solo de justicia, sino también de paz. Será recordado como el gran protagonista de la paz. Es significativo que aquellos que otorgan el Premio Nobel de la Paz hayan olvidado su figura. Si hay un hombre que ha luchado por la paz durante estos años, ese ha sido Francisco. Su llamada fue insistente y continua para lograr una solución entre Ucrania y Rusia. Pero también fue protagonista del camino de la paz, por ejemplo, en Siria. Estuvo en África, donde se viven numerosos conflictos y guerras; fue a Irak… Y en El Cairo firmó ese gran documento sobre la fraternidad con el imán de Al-Azhar, Ahmed el-Tayeb. También promovió el diálogo con la ortodoxia, aunque luego se bloqueó, porque Kirill se convirtió en el patriarca de la guerra.

—¿Qué impacto ha tenido su pontificado a nivel geopolítico?

—Fue siempre una voz incómoda que, sin embargo, recordaba a los Estados, a los pueblos, a los gobernantes, que había alternativas a los conflictos. Por ejemplo, en el caso de la guerra entre Rusia y Ucrania, Francisco insistió en que se debía encontrar una solución diplomática. Si no hubiera estado la voz del Papa estos años, solo hubiesen hablado las armas. Es el último profeta de paz en un mundo que parece entender solo el lenguaje de la guerra. Esta función profética ha sido importante.

—¿Evolucionó el pensamiento de Francisco a medida que fue avanzando el pontificado o se mantuvo en una misma línea? ¿Ha habido continuidad con los Papas anteriores?

—Diría que su pontificado se convirtió en un lugar de aplicación de los principios que estaban en la raíz de su pensamiento y que comentamos antes. Por otra parte, cada Papa responde a la situación de la Iglesia de su tiempo o del mundo y, por lo tanto, a veces, las soluciones cambian. Eso no quiere decir que los últimos Papas no hayan sido grandes. Se puede discutir todo, pero la contribución de Francisco ha sido muy significativa. Ciertamente, no es Benedicto XVI ni Juan Pablo II. De hecho, su Papa predilecto era Pablo VI.

—¿Cuáles han sido, en su opinión, los ejes fundamentales de su pontificado?

—El eje fundamental ha sido, seguramente, el de la apertura misionera hacia el mundo, que ha encontrado en la defensa de los pobres y marginados un punto de gran sensibilidad. Esto refleja seguramente su sensibilidad de Papa argentino, de América Latina, donde el problema de la pobreza es enorme y las desigualdades sociales son profundas. En Europa, sentimos menos este problema, aunque en los últimos tiempos es más visible. Por otro lado, promovió una Iglesia menos temerosa, más abierta. Después de la caída del Muro de Berlín, la Iglesia esperaba un renacer religioso de Occidente, pero se dio cuenta de que la secularización era mucho más radical. Y esto llevó a que se encerrara por temor a la sociedad. Con el papa Francisco es como si hubiera encontrado una capacidad de hablar con cordialidad hacia los alejados. Esto provocó a incomprensiones, porque muchos de los cercanos no entendieron esta posición. Fue una postura misionera, de diálogo, de encuentro. Muchas personas que no son cristianas ni creyentes miraban a Francisco como un signo de esperanza.

—¿Por qué no se comprendió su mensaje en algunos casos?

—Se interpretó equivocadamente el pensamiento del Papa. Demostró ser ortodoxo y seguir la doctrina de la Iglesia. En realidad, la no comprensión de su mensaje tiene que ver con valoraciones políticas ante la posición de apertura, diálogo y de salirse de los esquemas establecidos. La postura del Papa no fue progresista, fue misionera.

—¿Qué impacto ha tenido a nivel político?

—El de Francisco fue un pontificado profundamente político, en el sentido de que estaba profundamente arraigado en la historia. Fue un Papa con sentido de la historia, con ese sentido político e histórico de la presencia cristiana. Sin embargo, siempre estuvo muy pendiente de no mezclar la Iglesia con los partidos políticos y la política. Y, por tanto, siempre defendió que Iglesia y poder deben distinguirse profundamente, que la Iglesia no debe ser un centro de poder. Son dos polos. De nuevo volvemos a la idea de polaridad tan presente en su pensamiento. Insisto: el Papa fue profundamente histórico, con una gran sensibilidad política, pero no quiso que la Iglesia se convirtiera en sujeto político, en tanto en cuanto sujeto de poder.

—¿Cuál ha sido la mayor contribución del papa Francisco?

—Supo hablar a los hombres de hoy, incluso a los más alejados. Supo mostrar el lado humano y misericordioso del cristianismo. No por casualidad el Jubileo de 2015 fue sobre la misericordia. Se hizo cargo de los pobres del mundo, de los que nadie se ocupa, y, por eso, presentó a la Iglesia como hospital de campaña. Es la idea de que en un mundo herido, atravesado por las guerras, puede haber un lugar para ser acogidos y sanados. Un lugar de humanidad. Hay un espacio en medio del individualismo y la soledad. Y esto tiene una gran atracción. Además, la Iglesia que recibió Francisco estaba muy afectada por los escándalos de abusos y había perdido la credibilidad en el plano moral. Su pontificado ha restituido la plena dignidad moral a la Iglesia y esto es algo grande. Los críticos del Papa han pasado por alto esto. La Iglesia hoy no tiene miedo, no debe justificarse por existir, sino que incluso puede hacer su contribución en favor de la justicia.

—Fue un Papa con gran sentido de la historia, atento a los signos de los tiempos y, por ello, también muy centrado en el anuncio del Evangelio, ¿no?

—El manifiesto de su pontificado fue Evangelii gaudium. Y él escribe literalmente que el kerigma viene antes que la moral. Porque sin el anuncio cristiano, incluso la moral cristiana se convierte en incomprensible. Los críticos no lo escucharon ni lo leyeron, solo algunos artículos de prensa. Pero el Papa habló todos estos años de Cristo, de la belleza del Evangelio y propuso a Cristo de un modo en el que los hombres de nuestro tiempo loescucharon. Y esto es importante. Siempre decía que la gracia primerea y, obviamente, si primerea es que primero viene el anuncio, viene Cristo.

Fran Otero

 

Rivista ECCLESIA, maggio 2025, pp. 52-54, «È drammatico che in questo contesto così complicato non abbiamo la voce di Francesco» (intervista di Fran Otero a Massimo Borghesi)

Autore della biografia intellettuale del Papa, sostiene che il suo maggiore contributo sia stata la visione polare della vita, che ha come finalità il raggiungimento dell’equilibrio.

L’italiano Massimo Borghesi è uno dei grandi filosofi del nostro tempo. Professore ordinario di Filosofia Morale, ha conseguito il dottorato con una tesi su Hegel ed è un prolifico saggista. Ha scritto su nichilismo, secolarizzazione, educazione, postmodernità e teologia politica. Inoltre, è un profondo conoscitore del pensiero di papa Francesco, sul quale ha pubblicato diversi libri, come Jorge Mario Bergoglio. Una biografía intelectual e El desafío Francisco, entrambi editi in spagnolo da Ediciones Encuentro.

Qual è il nucleo del pensiero di papa Francesco?
La concezione tensionante della vita e della vita cristiana, sempre modulata da due poli opposti: la grazia di Dio e la libertà dell’uomo. Questa concezione deriva dagli Esercizi Spirituali e dal grande intellettuale francese Gaston Fessard. Da questa base, Francesco ha approfondito la visione polare della vita, tra il particolare e l’universale, tra idea e realtà, nella sua ricerca su Romano Guardini. Francesco ha concepito la vita come polarità, una polarità che richiede decisioni continue, una vita che si muove costantemente tra contemplazione e azione. Questo approccio lo ha trasferito nei suoi documenti, anche come Papa. Questa idea si ritrova in Evangelii gaudium, nelle altre lettere e nelle sue encicliche.

Una visione polare che non è negativa, vero?
È una visione polare generativa. Ad esempio, la tensione tra contemplazione e azione è fondamentale nella vita dell’uomo e del cristiano. La vita di preghiera è orientata al lavoro, alla presenza, all’apostolato nel mondo. È una concezione al contempo contemplativa e attiva. La polarizzazione, al contrario, riguarda i conflitti drammatici del presente e le oscillazioni della società, della civiltà e dei cambiamenti politici, senza mai trovare un equilibrio. La visione polare di papa Francesco ha come finalità il raggiungimento di punti di pace, l’equilibrio tra i poli opposti. Ripeteva spesso che bisognava evitare che le polarità si trasformassero in contraddizioni, perché quando ciò accade, emerge la guerra. È drammatico che in questo contesto così complicato non abbiamo la sua voce.

In che modo questo pensiero ha segnato il suo pontificato?
Questo è stato un pontificato non solo di giustizia, ma anche di pace. Sarà ricordato come il grande protagonista della pace. È significativo che coloro che assegnano il Premio Nobel per la Pace abbiano dimenticato la sua figura. Se c’è stato un uomo che ha lottato per la pace in questi anni, quello è stato Francesco. Il suo appello è stato insistente e continuo per trovare una soluzione tra Ucraina e Russia. Ma è stato anche protagonista del cammino della pace, ad esempio, in Siria. Ha visitato l’Africa, dove si vivono numerosi conflitti e guerre; è stato in Iraq… E al Cairo ha firmato quel grande documento sulla fratellanza con l’imam di Al-Azhar, Ahmed el-Tayeb. Ha anche promosso il dialogo con l’ortodossia, sebbene poi si sia bloccato, perché Kirill si è trasformato nel patriarca della guerra.

Quale impatto ha avuto il suo pontificato a livello geopolitico?
È stato sempre una voce scomoda che, tuttavia, ricordava agli Stati, ai popoli, ai governanti, che esistevano alternative ai conflitti. Ad esempio, nel caso della guerra tra Russia e Ucraina, Francesco ha insistito sulla necessità di trovare una soluzione diplomatica. Senza la voce del Papa in questi anni, avrebbero parlato solo le armi. È l’ultimo profeta di pace in un mondo che sembra comprendere solo il linguaggio della guerra. Questa funzione profetica è stata importante.

Il pensiero di Francesco è evoluto nel corso del pontificato o è rimasto coerente? C’è stata continuità con i Papi precedenti?
Direi che il suo pontificato è stato un luogo di applicazione dei principi che erano alla radice del suo pensiero, come abbiamo discusso. D’altra parte, ogni Papa risponde alla situazione della Chiesa e del mondo del suo tempo e, quindi, a volte le soluzioni cambiano. Ciò non significa che gli ultimi Papi non siano stati grandi. Si può discutere di tutto, ma il contributo di Francesco è stato molto significativo. Certamente, non è Benedetto XVI né Giovanni Paolo II. In effetti, il suo Papa prediletto era Paolo VI.

Quali sono stati, secondo lei, gli assi fondamentali del suo pontificato?
L’asse fondamentale è stato, probabilmente, l’apertura missionaria verso il mondo, che ha trovato nella difesa dei poveri e degli emarginati un punto di grande sensibilità. Questo riflette sicuramente la sua sensibilità come Papa argentino, dell’America Latina, dove il problema della povertà è enorme e le disuguaglianze sociali sono profonde. In Europa, avvertiamo meno questo problema, anche se negli ultimi tempi è più visibile. D’altra parte, ha promosso una Chiesa meno timorosa, più aperta. Dopo la caduta del Muro di Berlino, la Chiesa si aspettava un rinascimento religioso dell’Occidente, ma si è resa conto che la secolarizzazione era molto più radicale. Ciò ha portato a un ripiegamento per paura della società. Con papa Francesco, è come se la Chiesa avesse trovato la capacità di parlare con cordialità ai lontani. Questo ha generato incomprensioni, perché molti dei vicini non hanno capito questa posizione. È stata una postura missionaria, di dialogo, di incontro. Molte persone non cristiane né credenti vedevano in Francesco un segno di speranza.

Perché in alcuni casi il suo messaggio non è stato compreso?
Il pensiero del Papa è stato interpretato erroneamente. Ha dimostrato di essere ortodosso e di seguire la dottrina della Chiesa. In realtà, l’incomprensione del suo messaggio ha a che fare con valutazioni politiche di fronte alla sua posizione di apertura, dialogo e rottura degli schemi stabiliti. La postura del Papa non era progressista, era missionaria.

Quale impatto ha avuto a livello politico?
Quello di Francesco è stato un pontificato profondamente politico, nel senso che era radicato nella storia. È stato un Papa con un senso della storia, con quella sensibilità politica e storica della presenza cristiana. Tuttavia, ha sempre prestato molta attenzione a non mescolare la Chiesa con i partiti politici e la politica. Pertanto, ha sempre difeso che Chiesa e potere devono essere profondamente distinti, che la Chiesa non deve essere un centro di potere. Sono due poli. Torniamo ancora all’idea di polarità così presente nel suo pensiero. Insisto: il Papa è stato profondamente storico, con una grande sensibilità politica, ma non ha voluto che la Chiesa diventasse un soggetto politico, inteso come soggetto di potere.

Qual è stato il maggiore contributo di papa Francesco?
Ha saputo parlare agli uomini di oggi, anche ai più lontani. Ha saputo mostrare il lato umano e misericordioso del cristianesimo. Non a caso il Giubileo del 2015 è stato dedicato alla misericordia. Si è fatto carico dei poveri del mondo, di coloro di cui nessuno si occupa, e per questo ha presentato la Chiesa come un ospedale da campo. È l’idea che in un mondo ferito, attraversato dalle guerre, possa esserci un luogo per essere accolti e guariti. Un luogo di umanità. C’è uno spazio in mezzo all’individualismo e alla solitudine, e questo ha una grande attrattiva. Inoltre, la Chiesa che Francesco ha ricevuto era molto colpita dagli scandali di abusi e aveva perso credibilità sul piano morale. Il suo pontificato ha restituito alla Chiesa la piena dignità morale, e questo è qualcosa di grande. I critici del Papa hanno ignorato questo aspetto. La Chiesa oggi non ha paura, non deve giustificarsi per esistere, ma può persino offrire il suo contributo in favore della giustizia.

È stato un Papa con un grande senso della storia, attento ai segni dei tempi e, per questo, anche molto incentrato sull’annuncio del Vangelo, non è vero?
Il manifesto del suo pontificato è stato Evangelii gaudium. E lui scrive letteralmente che il kerygma viene prima della morale. Perché senza l’annuncio cristiano, anche la morale cristiana diventa incomprensibile. I critici non lo hanno ascoltato né letto, solo qualche articolo di giornale. Ma il Papa ha parlato in tutti questi anni di Cristo, della bellezza del Vangelo e ha proposto Cristo in un modo che gli uomini del nostro tempo hanno ascoltato. E questo è importante. Diceva sempre che la grazia ha il primato e, ovviamente, se ha il primato, significa che prima viene l’annuncio, viene Cristo.

Fran Otero

 

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